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martes, 5 de octubre de 2010

EL AMOR

El estilo es eso, el estilo no es nada. Un autor escribe tanto mejor cuanto más sencillamente
escribe, afirmaba Azorín. El amor es eso, el amor no es nada. El amante ama tanto mejor cuanto más sencillamente ama. Cuanto más amo, más soy; cuanto más soy, más amo. Sé quién soy por amar amándome y por amarme amando. Cuanto más me amo, más vivo en desnudez, quito de mí lo que no soy, más aún, no me pongo lo que no soy. “Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada” es un dicho estremecedor. “Para venir a serlo todo no quieras ser algo en nada”, dice S. Juan de la Cruz. Según él, ‘desaposesionar’ es la obra del amor. El despojo deja al amante “vacío, hambriento, solo, llagado y doliente de amor, suspenso en el aire”, quedándose sin en
qué estribar. Es embriagador tener la actitud del amor, como le pasaba a S. Teresa. “Paréceme tengo mucha más piedad de los pobres, que solía”. Le daba gran lástima de ellos hasta el deseo de remediarlos. “Les daría lo que traigo vestido. Ningún asco tengo de ellos, aunque los trate y llegue
a las manos”. Veía esta actitud como “don de Dios, pues piedad natural no la tenía”. Un viejo amante escribía en secreto: “Mira lo que el amor hizo conmigo. Canto como el agua que corre, canto las penas del corazón. El amor me ha convertido en vagabundo. De mi país me echó, separándome
de mis allegados”. El amor me volvió trashumante de Dios. La tarea del hombre es amar las cosas como Dios las ama. Aprendo a amar en la oración, que es ‘trato de amistad con quien sabemos nos
ama’, según S. Teresa, haciendo coincidir mi acto humano con el acto divino. Quien conoce el sistema articulado de los gustos y preferencias de un individuo, una familia, un pueblo, una ciudad,
una nación, una época, los comprende en su realidad más profunda porque los ama. Este sistema es el ethos, la atmósfera en que se mueven, dándoles sentido. El amor que Dios les tiene a las cosas es la existencia misma que les da. Amar personas y cosas es poner en ellas mi condición humana, humanizándolas, divinizándolas. Me sorprende el amanecer amando y dejándome amar de Dios. Descubro que la creación es obra del amor divino. La amo y así avivo en ella la condición divina, puro milagro del amor.


Monticelo, Centro de
Mística.